Roberto, Horacio y el Espacio Cultural Cova

Roberto, Horacio y el Espacio Cultural Cova

Un ensayo del Arquitecto Horacio Richards sobre el Arquitecto Robertro Cova y el nuevo Espacio Cultural

Ya de regreso, un tanto impaciente, me esperaba en su casa.

En su casa de siempre, en 14 de Julio, esos encuentros eran nuestro ritual.

Yo llegaba, su mirada parecía iluminarse. El abrazo fraterno. Esa vieja hermandad del alma.

Entonces, desde su mesa de trabajo en la cocina, mirar el patio, la galería, era un placer compartido. Ese patio, esa galería, que tanto amaba.

Y luego desplazarlo al comedor, tomar el acostumbrado te. Y mirarnos, decirnos cosas. Y nada más.

Pero esa tarde sería diferente.

Llevarlo a Funes, era nuestro compromiso. Al que fuera el taller de su padre.

Y ya estábamos saliendo. Y una sensación de alborozo nos embargaba. Y la tarde apacible. Perfecta.

Y allá fuimos. El en su silla, la que yo impulsaba de mil amores.

Felices los dos, de estar juntos, de continuar con la misión encomendada. Una celebración.

El no sabía bien de que se trataba. De mentas, algo imaginaba. Algo sobre el legado de su donación. O cierto avance. Pero no importaba. Confiaba en nosotros. Y la propuesta para esa tarde bastaba. De visitar ese lugar de su niñez, verse niño otra vez, las salidas en bicicleta con su padre. Todo eso. Evocando aquel ambiente, las máquinas y los ruidos, el trabajo y los días.

Y de esto y lo otro, me hablaba, a lo largo de esas pocas cuadras. De tal o cual vecino, de sus menudas historias. Y su pasión por la historia hacía el resto. Esa savia insospechable.

Y dejamos Bolivar y doblamos en Funes. Y lo vi expectante como nunca. Y los dos pudimos tocar el cielo con las manos. Ya estábamos en Funes 2146. Y él no lo podía creer: ESPACIO CULTURAL COVA. Y muéstreme por favor. Y entramos. Y lo esperaban. Y lo recibieron con vítores y aplausos, en la más cálida BIENVENIDA de la que él tuviera memoria. Y la aclamación no se acallaba. Y las lágrimas.          De él y de otros. Y no se preocupe usted. Si de algo hay que morir, me decía, elijo esta ocasión. Seguro! Y mire ese mural! La Mar del Plata de sus sueños, de sus luchas. Y entremos, tenga a bien.

Pero que maravilla! Y las cabreadas que hizo mi padre! Y todo tan lindo! Tan bien hecho!

Y entonces le contamos. Lo que sucede en el antiguo taller de carpintería hoy reciclado. Las muchas y variadas actividades que se llevan a cabo. La vida que palpita entre esas paredes. La amenidad. Con programas abiertos a la Comunidad. Y que el ESPACIO COVA tiende a ser una señal de identidad. Una MARCA. Que su nombre está cotidianamente en boca de muchos. Y lo será por siempre.            Aún cuando pocos conozcan la estela que él dejó, el camino que iluminó. Ya el tiempo se ocupará.

La tarde declinaba, decidimos volver a casa.

Y partimos. Y seguía entrando, saliendo gente. La puesta en marcha de otros encuentros, reuniones.

Y así nos despedimos. Y dando gracias a la vida, llegamos a 14 de Julio; último esfuerzo con la silla, otra vez adentro. Y Hasta Pronto Roberto!

  • Ah! Queridito, usted ya sabe…no se pierda.
  • Volveré. Y ahora, descanse Maestro.

Arqº Horacio Gualberto Richard´s 

Octubre de 2022